Vincent LoBrutto y la paradoja del "micrófono mágico"

En nuestros días, parece que todavía persiste esa creencia algo arcaica,  pero a veces tan arraigada entre el espectador medio y, por desgracia, incluso entre el académico que no ha hecho sus deberes, que considera el proceso de creación de la banda de sonido de un filme como un trabajo puramente técnico, de nulo valor creativo o artístico. Algo que entraña escasa dificultad y complejidad, que puede ser realizado casi por cualquier persona con una preparación previa mínima.

A esta coyuntura irreal se refiere Vincent LoBrutto en la introducción de su conocido libro de entrevistas a profesionales del sonido cinematográfico Sound-on-Film (1998), una obra por otra parte imprescindible, que recomendamos a todos los lectores del blog.

Opina LoBrutto, no sin ironía, que si hiciéramos caso a lo que promulgan estas visiones simplistas, todo el trabajo a realizar por el técnico de grabación de un filme consistiría simplemente en colgar un único micrófono fuera del encuadre de la cámara, que recogería sin mayor esfuerzo todos y cada uno de los sonidos de los objetos, personajes y lugares que aparecen en escena. De ahí, sin más trabajo posterior, sólo restaría transferir lo grabado a la pista de sonido de la copia maestra en celuloide, y directamente a las salas de exhibición. Puro arte de la prestidigitación... pero absolutamente alejado de la intrincada realidad cotidiana del proceso de producción, edición, mezcla y masterización del sonido de un filme, como advierte el propio autor en la siguiente cita:
"En tanto la banda sonora llega al público a través del sistema de sonido de la sala de cine, crea la ilusión de que el sonido de la película ha sido capturado con un único y mágico micrófono que graba los diálogos, efectos de sonido, y música en el set en perfecto equilibrio. El hecho es que, al igual que cada componente visual del filme es diseñado y ejecutado por el escritor, director, cineasta, y equipo de diseño, cada sonido individual de la película es cuidadosamente concebido, elegido, grabado, editado, y mezclado por un conjunto de artistas sonoros y técnicos". (LoBrutto, 1998: xi)
Pero, ¿de dónde proceden esas posiciones tan reduccionistas? Para abordar bien el problema, habríamos de remontarnos a debates histórico-esencialistas sobre la naturaleza del fenómeno cinematográfico y los sentidos de la vista y el oído, tales como los que desarrolla aquí Rick Altman. Sin embargo, si queremos simplificar la cuestión,  podríamos referirnos al hecho de que, si bien dentro de la imagen se reconocen inmediatamente las huellas de su proceso de construcción (encuadres, montaje, movimientos de cámara, efectos especiales, etc.), el sonido de un filme parece por su parte emanar de un modo natural a partir de lo visual, como si siempre hubiera estado ahí, volátil, etéreo, creando ese efecto a veces engañoso de "valor añadido" que enunciara Michel Chion (un concepto del que ya hemos hablado en entradas anteriores del blog).

REFERENCIAS

LoBrutto, Vincent (1998). Sound-on-Film. Westport: ABC CLIO.

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