El mito de Eco

No sé si puede considerarse como una muestra más del sesgo hacia lo visual frente a lo sonoro de nuestra cultura occidental, o quizá simplemente una prueba de mi desconocimiento de la mitología clásica... Sea como fuere, la cuestión es que no hace mucho tiempo que descubrí algo que, no me importa reconocer, ignoraba completamente. En la versión del poeta latino Ovidio del famoso mito de Narciso (recordemos, el joven hijo de dios y ninfa, cuya hermosura era tal que no debía nunca contemplar su propia imagen, pues moriría), interviene también de forma decisiva una protagonista femenina algo más anónima, pero cuyo nombre nos resulta muy familiar a todos los audiófilos: Eco.

Eco (o 'Ekho') era una bella ninfa con una destreza sin igual para cantar y tocar diferentes instrumentos musicales. Vivía aislada en el interior del bosque, alejada de dioses y mortales. Zeus, dios máximo del Olimpo, utilizaba los encantos de la joven ninfa para entretener durante horas a su esposa Hera, momentos que aprovechaba el promiscuo Rey de los Dioses para tener encuentros amorosos con las otras ninfas que habitaban el monte Olimpo.

Cuando Hera descubrió el plan de su marido, castigó a Eco con la más severa de las penas: le arrebató casi completamente su voz. Desde ese instante, a Eco sólo le estaba permitido repetir las palabras que otros hubieran pronunciado antes.

Narciso era hijo de la ninfa azul Liríope de Tespia y del dios del río Céfiso. Preocupada por el destino del niño, su madre visitó al vidente Tiresias, quien le advirtió que Narciso "tendría una larga vida, siempre y cuando nunca se viera a sí mismo".

Un día, pasados los dieciséis años, mientras Narciso cazaba ciervos en los bosques, Eco se cruzó con el apuesto joven, quedándose inmediatamente prendada de él. Lo siguió por las montañas. Trato de acercarse con sigilo y hablarle, pero evidentemente era incapaz de articular una sola palabra. ¿Cómo conseguir llamar su atención para conversar, si le había sido negada la posibilidad de iniciar un diálogo? Para seducirlo, Eco había de aguardar a que él hablará primero, y tener bien clara la manera de conducir una conversación que aparentara ser coherente.

Pero Narciso acabó escuchando sus pasos y, al percibir la presencia desconocida, gritó "¿quién está aquí?, a lo que Eco sólo pudo responder con un "aquí". Narciso miró a su alrededor y, al no encontrara nadie, volvió a inquirir con un "ven", a lo que Eco contestó "ven". Como nadie apareció Narciso, contrariado, insistió "¿por qué me evitas? Eco repitió las mismas palabras. "Conozcámonos", solicitó el joven vehementemente, e igualmente hizo ella.

Creyendo que el momento que tanto anhelaba había llegado, Eco salió de su escondite, abalanzándose sobre Narciso para abrazarlo. Sin embargo, éste la rechazó con crueldad: "¡Quítame las manos de encima, antes preferiría morir que estar contigo!", dijo.

Eco quedó destrozada para el resto de su existencia, añorando el amor que nunca conoció, consumiéndose en soledad hasta que únicamente quedó de ella el rastro repetido de su voz lejana. Una voz que aún habita en los lugares donde Eco se refugió, cavernas, montañas y acantilados, lista para replicar a cualquiera que la llame.


La vida de Narciso tampoco tuvo un final feliz. Una mañana clara de primavera, Narciso se agachó al borde de la orilla de un río para beber, y por primera vez, vio su propio rostro reflejado en las cristalinas aguas. Narciso, que con anterioridad siempre había rechazado a todos aquellos hombres y mujeres que lo habían pretendido, quedó tan prendado de la imagen de sí mismo que, ante la imposibilidad de poseer a alguien de una belleza tan sublime, decidió quitarse la vida, clavándose una daga en el corazón.

¿Nos puede servir hoy día esta vieja fábula como una especie de metáfora de la relación, también a veces tumultuosa, entre sonido e imagen en el cine? En el blog hemos hablado ya sobre ello en varias entradas. Ahí queda la cuestión. Yo, por si acaso, voy releyendo a Rick Altman...


REFERENCIAS

"Echo & Narcissus". Disponible en línea en <http://thanasis.com/echo.htm>. [Consulta: 23 noviembre 2011]

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