Sonoro versus visual. Reflexiones de seis autores sobre la dialéctica histórica de los sentidos


La relación dialéctica entre el sentido de la visión y el del oído no nace, evidentemente, con el cine sonoro, sino que se encuentra en el mismo centro de la historia intelectual de Occidente. Para establecer las diferencias entre ambos sentidos corporales y su influencia sobre la manera en que los humanos nos relacionamos con el mundo, se recurre tradicionalmente a aspectos que tienen que ver con la biología, la física, la psicología, o la fenomenología, desde los que construir una teoría cultural de los sentidos.

Jonathan Sterne

Jonathan Sterne (2003: 15) presenta una generalización de estos lugares comunes en lo que él llama "letanía audiovisual", esto es, una lista de diferencias entre visión y audición en forma de pares opuestos:
  • la escucha es esférica, la visión es direccional;
  • la escucha produce la inmersión del sujeto, la visión ofrece una perspectiva;
  • el sonido viene hacia nosotros, pero la visión viaja a su objeto;
  • la escucha se dirige hacia el interior, la visión se preocupa por las superficies;
  • escuchar supone un contacto físico con el mundo exterior, la visión requiere una distancia de él;
  • la escucha nos sitúa dentro de un evento, la visión nos da una perspectiva del evento;
  • la escucha tiende hacia la subjetividad, la visión tiende hacia la objetividad;
  • escuchar nos introduce en un mundo vivo, la vista nos lleva hacia la atrofia y la muerte;
  • escuchar tiene que ver con el afecto, la visión se relaciona con el intelecto;
  • la escucha es un sentido primariamente temporal, la visión es principalmente un sentido espacial;
  • la escucha es un sentido que nos introduce en el mundo, la visión es un sentido que nos saca de él.

En realidad, como reconoce el propio Sterne, esta lista lleva consigo el peso del bagaje ideológico de las sociedades occidentales, en tanto deriva de una concepción dualista y teológica del mundo que hunde sus raíces en Platón y que, a partir del Renacimiento, privilegiará a la visión por encima de los otros sentidos. Pero, más allá de tradiciones y usos históricos ¿tiene alguna base fisiológica o evolutiva esta distribución jerárquica de roles entre los sentidos?


David Sonnenschein

Si acudimos a parámetros meramente físicos, las principales diferencias entre los sentidos de la vista y el oído podrían resumirse en un cuadro como el que nos ofrece David Sonnenschein:

Comparativa entre varias características físicas de la vista y el oído. Fuente: Sonnenschein (2001: 151).


De esta tabla queremos subrayar al menos un par de aspectos. Por una parte, la percepción del fenómeno musical tal como lo entendemos es posible gracias a la facilidad del oído para separar proporciones, es decir, distinguir entre diferentes tonos o notas musicales interpretadas al unísono, algo de lo que el ojo no es capaz. Por otra, como apunta Sonnenschein (2001: 152), vista y oído se relacionan con las dimensiones espaciales y temporales de manera complementaria. Así, la vista es capaz de escrutar en el tiempo objetos que ocupan un espacio físico, en tanto que el oído percibe sonidos que son transmitidos por el espacio a partir del movimiento de las moléculas del aire, pero que habitan una duración temporal, delimitada por un principio y un final.


Pierre Schaeffer

En una línea semejante, Pierre Schaeffer (1988) dedica también algunas líneas de su Tratado de los objetos musicales a analizar los que, a su juicio, son los rasgos diferenciales fundamentales entre los fenómenos luminosos y los sonoros. En opinión del teórico y compositor francés, existen dos grandes diferencias en la forma en que los humanos experimentamos ambos sentidos corporales.

La primera tiene que ver con el concepto de fuente. Los objetos visuales no se constituyen en sí mismos como fuentes de luz, sino que son iluminados por ellas, lo que hace que resulte sencillo distinguir entre la luz y los objetos que la reflejan. Con el sonido no ocurre lo mismo:
"En la inmensa mayoría de los fenómenos sonoros que nos ocupan, se hace hincapié en el sonido como proveniente de ‘fuentes’. La distinción clásica en óptica entre fuentes y objetos, no se ha impuesto, sin embargo, en acústica". (Schaeffer, 1988: 48)
La segunda diferencia alude a la fugacidad e inestabilidad de la percepción sonora en comparación con la visual. Un sonido únicamente es accesible por uno de nuestros sentidos corporales, el del oído. En cambio, un objeto visual, además de ofrecer una aparente estabilidad temporal como entidad individual, permite la interacción con otros sentidos, como el olfato, el tacto, e incluso el gusto.


Robert Bresson y Michel Chion

Robert Bresson y Michel Chion coinciden con las apreciaciones de Schaeffer, pero aportan nuevos rasgos y adjetivos con los que terminar de caracterizar el fenómeno sonoro en su dialéctica con la visión.

Si para Chion (1993: 137), "la imagen está delimitada en el espacio y el sonido no... El sonido es mental, no puede tocarse; la imagen sí", Bresson (1997: 76) añadirá que "el ojo es (en general) superficial; el oído, profundo e inventivo. El silbido de la locomotora nos suprime la visión de toda una estación". En esa última frase, Bresson hace una auténtica declaración de intenciones de lo que significará el empleo del sonido en su cine.


Walter Murch

Walter Murch (2000), por su parte, se fija en el proceso de desarrollo del embrión humano para tratar de encontrar alguna clave. El oído es el primero de los sentidos humanos que se desarrolla. A partir de los cuatro meses y medio desde la concepción, el feto es capaz de discernir sonidos y, hasta el parto, la audición será el único de los sentidos en pleno funcionamiento.
"El cerrado y líquido mundo del útero hace la vista y el olfato imposibles, el gusto y el tacto dos asuntos atenuados y generalizados que insinúan lo que va a venir. En cambio, gozamos de un exuberante continuo baño de sonido: la canción de la voz de la madre, el chorro de su respiración, las tuberías de sus intestinos, el tambor de su corazón". (Murch, 2000: ¶9)
Con el nacimiento, el resto de los sentidos se activan, y la visión toma el mando como principal vertebradora de nuestra relación con el mundo. El sonido queda relegado desde ese momento a un segundo lugar, al fondo de nuestra conciencia, para servir de mero complemento de un mundo organizado desde la vista y el tacto.  En opinión de Murch (2000: ¶12), las razones de esta inversión jerárquica son un misterio: "¿por qué el primero de los sentidos en ser activado no permanece dominante sobre los otros a lo largo de nuestra vida?"

Dar una respuesta a esta pregunta queda lejos de los objetivos de esta entrada, pero nos conformamos con dejar la cuestión para el debate y la reflexión. En cualquier caso, y ciñéndonos al terreno audiovisual, el paralelismo entre esta situación y la relación entre lo que vemos y oímos en el cine es evidente, como también subraya Murch:
"El sonido cinematográfico raramente es apreciado solo, por sí mismo, ya que funciona fundamentalmente como un realce de lo visual: por medio de alguna misteriosa alquimia perceptiva, cualquier virtud que el sonido brinde al film es percibida y apreciada por la audiencia en términos visuales. Cuanto mejor el sonido, mejor la imagen". (Murch, 2000: ¶13)


REFERENCIAS

Bresson, Robert (1979). Notas sobre el cinematógrafo. México D.F.: Ediciones Era.

Chion, Michel (1993). La audiovisión. Introducción a un análisis conjunto de la imagen y el sonido. Barcelona: Paidós.

Murch, Walter (2000). “Stretching Sound to Help the Mind See”. En FilmSound.org. <http://filmsound.org/murch/stretching.htm> [Consulta:14 junio 2010].

Schaeffer, Pierre (1988). Tratado de los objetos musicales. Alianza Música: Madrid.

Sonnenschein, David (2001). Sound Design. The Expressive Power of Music, Voice, and Sound Effects in Cinema. Seattle: Michael Wiese Productions.

Sterne, Jonathan (2003). The Audible Past: Cultural Origins of Sound Reproduction. Durham & London: Duke University Press.

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